Días de lluvia.

Es domingo por la tarde, día de lluvia. Veo por la ventana como las gotas de lluvia bajan por esta, compitiendo entre ellas para ver quien es la mas rápida en llegar al final y desaparecer. Veo las nubes grises, posadas en el cielo, ocultado el bello color azul del firmamento. Como me gustaba admirar esos colores y más si estaba tirada en el pasto de aquel parque que se había convertido en mi lugar favorito gracias a los recuerdos creados entre nosotros. La ventana se empañaba cada vez más dificultándome la vista hacia la calle y yo simplemente, dibujaba y escribía encima del vidrio cosas un tanto cursis para cualquier hombre, muy románticas para toda mujer, en especifico, lo único que me apetecía escribir era tu poesía barata que salía tan hermosa al pensar en el amor. Y te vi, así por casualidad, cruzabas la calle sin prisa, haciendo que la lluvia se volviera parte de ti o viceversa, dejándote llevar por el momento, por el día, demostrándole al mundo cuanto eras feliz debajo de las gotas que caían del cielo directo a tu rostro. Cerrabas los ojos cada cierto tiempo mientras elevabas un poco la cara para facilitarle a la lluvia la llegada a tu faz. Se me hizo muy curiosa la manera en que mirabas la vida pasar, haciendo aquel momento solo tuyo, como si todo a tu alrededor lo pusieran en segundo plano dejándote a ti como protagonista. Inmediatamente abrí un cuaderno, tomé un lapicero y empecé a escribir sobre ti, sobre como eran las facciones de tu cara, de la forma de tu sonrisa y de la manera en que tus ojos sonreían también, del color de tus ojos, de como el viento jugueteaba con tu cabello, de la manía que tenías de estirar un brazo para poder alcanzar las hojas de los arboles empapadas por la lluvia. Y no importaba si era un día lluvioso, o un día soleado, pues podía pasar horas y horas esperando tu encuentro, estando ahí, solo observando como cambiaban los matices del cielo, como pasaban por un azul muy claro y nubes blancas, luego era una combinación entre naranja reflejado en las nubes, un toque de azul oscuro y morado en la distancia, amarillo en una que otra ventana de los edificios mas altos de la ciudad y rojo rodeando el sol ya apunto de ocultarse entre las montañas y es aquí, en este mismo instante cuando te veía llegar, antes de que el cielo se tornara de un azul oscuro, muy oscuro, haciendo a la Luna la musa de mi inspiración en caso de que no aparecieras, como mi propia salida de emergencia.
Supongamos que no era la primera vez que te veía desde mi ventana y me quedara anonadada admirándote hasta donde mi ventana me permitía seguirte con la mirada, estoy segura de que sabías que yo estaría ahí, a la misma hora, todos los días, esperando a que tu silueta apareciera por mi campo de visión, porque siempre esperabas a que me asomara para asegurarte de que estaría allí para poderme ver, para poderte ver. y cuando llegabas a esa esquina, a el último lugar donde podría verte, caminabas mas despacio, tratando que esos segundos se volvieran una eternidad, volteando mirar hacía mi ventana, sonriendo, solo para mí. Podría llegar a decir que esos pequeños instantes en que lograba verte, eran lo que me alegraba cada día, lo que mejoraba mi existencia, lo que alimentaba mi alma y mi inspiración para poder seguir escribiendo sobre ti. 
Logré sacar una buena historia de todo esto, aquella que podría contar felizmente a mis amigos, incluso a mis compañeros de trabajo, todo el mundo creería que la saqué de alguna novela o de algún libro, me dirían que dejara de soñar despierta y que más bien me concentrara en lo que de verdad importara. Pero sabía que tanto tú como yo guardamos en lo más profundo de nuestro ser aquellas miradas y sonrisas que ayudaron a escribir está historia, de ahí el porque ya no odie los días lluviosos, ni los domingos, puesto que es lo único que me transporta hacia ti, hacia tu recuerdo.

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