Carta de amor.

 ¡Oh, mi amor! Si te relatara las veces que me he arrepentido de no amarte y buscar cuerpos ajenos al tuyo, de besar otros labios, sabiendo que los tuyos tienen mi sabor preferido. De escuchar palabras falsas que salen de otras bocas, sabiendo que de la tuya solo sale afecto verdadero. 

¡Oh, mi amor! Si supieras que al llegar la tarde mi cuerpo a sido recorrido por otras manos, que al amanecer recuerdo otras miradas y que al caer la noche añoro otra piel ¿Me mirarías igual? El miedo nubla mi juicio y prefiero callar ante una muerte inminente de lo que alguna vez llamamos "nosotros". No hay excusa valida para aquel dolor que te causaría el saber que no soy 100% tuya, sino que me entrego al azar, esperando algo que no debería esperar, buscando aquello que nunca debí encontrar. Recorro cada esquina de esta absurda cuidad que me consume, que no me suelta, que sé que puede llegar a matarme; maldiciéndome, concluyendo que no merezco tu amor, pues nunca he de merecer ser amada. 

¡Oh, mi amor! En esta fría noche he de extrañar tus besos, aquellos que he compartido con personas cuyo nombre he olvidado, cuyo rostro se pierde en mi memoria, o simplemente han sido reemplazadas con tu faz. He de inventar experiencias vividas contigo, cuando en realidad no eras tu el que a mi costado provocaba carcajadas sin par. He de tomar tu mano hallada en otro individuo, donde casualmente también encajaba perfectamente con la mía. 

¡Oh, mi amor! He de recorrer aquellas calles donde los besos fueron el néctar de nuestra pasión. Donde las farolas fueron testigos de aquel amor que se desbordaba por los poros. Pero esta vez quien me acompaña no eres tu, sino más bien un reflejo vago que inmortalicé en otras siluetas, en otras ropas. El vacío y la culpabilidad de no amarte con exclusividad me están quebrando. Me ahogo en lagrimas que no brotan de mis ojos, que se acumulan en mi interior, esperando que algún día, te relaten mi verdadero yo. 

¡Oh, mi amor! He de suplicarte el perdón, aún sabiendo que era consiente de mis actos y de cuanto daño genera el desear a alguien más. El que mis cartas ya no fueran solo escritas para ti, que mis ilusiones ya no se centraran en un futuro a tu lado, sino que se dividieran en personas efímeras que hallé en el camino de la soledad y angustia, luego de una decepción que provenía de ti, pero que yo misma provoqué. No te puedo culpar por lo sucedido una noche donde las copas incitaron al pecado, donde paulatinamente me dejé llevar por la lujuria. He de esperar, angustiosamente el golpe certero que te muestre la realidad que tanto me he esmerado por ocultar.

¡Oh, mi amor! En esta carta de amor enfermizo, encuentro la manera correcta y un poco cobarde de poder decirte adiós. Adiós a aquel amor que juré ante la luna, que grité a los cuatro vientos y que hoy no es más que la sombra de malas decisiones, acompañada de desvelos y falsos testimonios, encubriéndome, salvándote. O tal vez no. 

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